El trastorno afectivo estacional (T.A.E.) es conocido también como “depresión de invierno” o “winter blues”. Es un tipo de depresión que sigue un patrón estacional, es decir sus síntomas comienzan y terminan en una misma época del año, generalmente entre otoño e invierno aunque también existe un grupo de personas a quienes les afecta la época veraniega.
Fue descrito por primera vez por el psiquiatra sudafricano Norman Rosenthal en 1980 quien fue pionero en el uso de la fototerapia para paliar los síntomas. Su prevalencia es de aproximadamente entre un 1% y un 10% en la población general, siendo su incidencia mayor en las mujeres, en un orden del 50%. La edad de aparición media de los síntomas se encuentra entre los 20 y los 35 años y su incidencia decrece con la edad. Según algunos estudios, el T.A.E. entre adultos mayores no tiene una mayor presencia que otro tipo de depresiones aunque la investigación es todavía escasa en esa franja etaria.
El trastorno se hace más frecuente en países más alejados del ecuador, especialmente en los países nórdicos (Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca), aunque la prevalencia del mismo en un área geográfica no depende sólo de las horas de exposición a la luz solar, también influyen factores como el clima, la nubosidad, la polución, las construcciones altas y factores genéticos. Las personas con TAE prefieren días fríos pero luminosos que días nublados calurosos lo que sugiere que la temperatura es menos importante que la luz natural para el desarrollo de los síntomas en estos pacientes.
Los signos y síntomas más comunes del trastorno de tipo invernal suelen ser:
Cansancio, poca energía y letargo
Apatía y desmotivación para realizar actividades que solía realizar
Tristeza, pesimismo irritabilidad y otros trastornos del estado de ánimo
Hipersomnia, dormir en exceso
Comer en exceso y antojos por consumir carbohidratos, y por lo tanto subir de peso
Dificultad para concentrarse
Si bien se desconoce la causa específica la tendencia es a pensar que es un trastorno multifactorial en el que intervienen tanto factores ambientales (clima, latitud, factores sociales y culturales) como también factores genéticos. Hay estudios que sugieren la incidencia de la personalidad en el desarrollo y la expresión del trastorno.
No se conoce aún el mecanismo exacto de funcionamiento pero se manejan hipótesis con respecto a factores complementarios entre sí como la alteración del ritmo circadiano, la sensibilidad retiniana a la luz, el metabolismo anormal de la melatonina y la disminución de la secreción de neurotransmisores, especialmente la serotonina.
Ritmo circadiano, llamado también reloj biológico se refiere al ciclo natural de cambios que se dan en nuestro organismo en un lapso aproximado de 24 horas, en relación al sueño, la temperatura corporal, las hormonas, el apetito, la presión arterial y otras funciones del organismo. El ritmo circadiano está regulado por una región del cerebro que se llama hipotálamo y cuyos receptores son altamente sensibles a la influencia de la luz y la oscuridad.
Sensibilidad retiniana a la luz, según estudios científicos, las personas con tendencia a sufrir T.A.E. experimentan un déficit en el procesamiento de la luz, respondiendo positivamente a una iluminación intensa.
Alteración del metabolismo de la melatonina, en invierno la menor cantidad de horas de luz solar provoca un aumento en la liberación de melatonina, hormona encargada de regular el sueño, lo que explica la necesidad de dormir más horas y la sensación de somnolencia que sienten las personas afectadas por el T.A.E.
Descenso en los niveles de serotonina, este neurotransmisor conocido también como “el químico de la felicidad”, es segregado a raíz del aminoácido triptófano que obtenemos a través de los alimentos y es también precursor de la melatonina. Regula una variedad de funciones del organismo entre ellas el sistema cardiovascular, renal, inmune y gastrointestinal, además de actuar sobre los estados de ánimo, la temperatura corporal, el apetito y la sensación de saciedad, y funciones de tipo intelectual. Esto explica la tendencia de las personas afectadas a sentirse deprimidas, a aumentar la ingesta de alimentos, especialmente de carbohidratos, y por lo tanto a aumentar de peso.
Además de la serotonina, se han estudiado otros neurotransmisores que podrían estar implicados en el desarrollo de los TAE como la noradrenalina y la dopamina.
Con respecto al tratamiento, se basa actualmente en dos aspectos, por un lado la fototerapia mencionada, o sea la exposición a una gama de luz brillante durante ciertas horas al día, y por otro lado a la farmacoterapia, o sea, la ingesta de medicamentos antidepresivos, ambos con efectos secundarios en la salud general de los pacientes.
Dado el factor estacional previsible, es viable atender a la prevención así como a medidas complementarias para atenuar los síntomas, desde realizar psicoterapia hasta adaptaciones en el estilo de vida, pasar más tiempo expuesto a la luz solar y con frecuencia diaria en lo posible, realizar actividad física al aire libre, mejorar la calidad de la alimentación, y aumentar la iluminación interior del hogar o del lugar de trabajo son algunas de las opciones al alcance de quienes padecen de este trastorno año a año.
Por supuesto, es posible contribuir desde la aromaterapia a través del uso de aceites esenciales específicos para tratar las alteraciones del estado de ánimo, ansiedad y depresión. Te cuento más en otra entrada. Espero te haya interesado esta información y que la compartas a quienes consideres les pueda aportar.
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